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Guía para sobrevivir a naufragios

Vertedero de sentimientos

Divagaciones emocionales varias..

Ayer fui a ver a Miguel. Había un grupo regional cantando boleros en los jardines. La portavoz preguntó si había alguna Juan o Juana entre el público, tampoco importa por qué, pero él se volvió lágrima. Cuando quise abrazarlo, hecho todo él de salitre, me di cuenta de que estaba empapada en llanto. No te acostumbras a las lágrimas, ni a las ausencias, tan siquiera al olvido, a  ese que no llega y que esperas con la persistencia del recuerdo eterno.

Nos has partido el alma al marcharte... Juana, Juanita.  

Pienso en tu lápida negra del cementerio, tan fría, que todas las cosas que has sido y hemos vivido no me caben en tan poco espacio. No me cabes en mi olvido, ese cajón chiquito de las imperfecciones.

¿Dónde has ido?

¿Alguien sabe desatar gargantas?

Hoy me he dado cuenta de que el hombre de mi vida no es compatible con la función "pañuelo de lágrimas", se acaban de romper todas mis tablas de salvación. He comprendido que en ocasiones tenemos que resignarnos a que las personas copen una única categoría en nuestras vidas. Es mejor no complicar más las cosas. Sólo que duele, eso es inevitable. Y el nudo de mi garganta se hace cada vez más grande, ahora ya está implicando a mis entrañas. Y qué hacer, además de nada, porque la nada siempre es un recurso, aunque poco viable.

Hoy me he dado cuenta de muchas cosas que se resumen en una sola: tragarme las lágrimas, que ya están empezando a abnegar mis adentros, no porque me ahogue fácilmente (que tal vez sí sea así) aunque esta vez es porque las cosas no tienen una solución demasiado atractiva.  Trago saliva y engullo mis pequeños y grandes problemas, sin masticar, condenados a una indigestión final.

Me pregunto... ¿Es o debe ser así? Y no encuentro más respuesta que mi propio silencio.